Escrito por Izaskun Bernal
martes, 11 de marzo de 2008
Hace cuatro años tuvo lugar en Madrid el mayor y más cruento atentado terrorista sufrido en Europa. En homenaje a sus 191 víctimas mortales se instauró el 11 de marzo como el “Día Europeo de las víctimas del terrorismo”.
Coincidiendo con la conmemoración de este Día, hoy estreno “El Faro de Europa”, -colaboración regular que haré con este periódico-; así que dedicaré este primer artículo a compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la lucha contra el terrorismo internacional y el respeto de los derechos humanos.
Efectivamente, ya han transcurrido cuatro años desde los terribles atentados de Madrid, tres de los de Londres y siete de los de Nueva York… La lucha contra el terrorismo internacional ha pasado a ser una de las prioridades tanto de la política exterior de los EEUU como de Europa. En estos años el terrorismo internacional se ha convertido en uno de los grandes retos mundiales del siglo XXI.
El gran desafío al que nos enfrentamos es alcanzar el delicado equilibrio entre la necesidad de responder a la amenaza terrorista proporcionando mayor seguridad a los ciudadanos y el escrupuloso respeto del Estado de Derecho y de nuestras libertades civiles, que tanto nos ha costado conseguir y consolidar en Europa.
El terrorismo de este siglo se ha adaptado a la globalización, dispone de nuevos medios y métodos. Es un terrorismo difuso, sin fronteras que lo limiten, sin una base fija, disfruta de una enorme financiación irregular, se nutre de Internet y las nuevas tecnologías. Nos afecta a todos -no sólo a los países que hemos sufrido atentados-; tanto los países pobres como ricos, de Occidente u Oriente, son vulnerables de sufrir un ataque terrorista… Tal y como ha quedado en evidencia en estos años, el terrorismo internacional ha adquirido dimensiones mundiales y la lucha contra el mismo debe adaptarse a estas nuevas circunstancias.
Tras el 11-S se generó tal ambiente de miedo en las sociedades occidentales que se permitió a los EEUU poner en marcha toda una serie de medidas ofensivas bajo la excusa de que se estaba librando la “guerra contra el terror”.
El problema surge cuando poco a poco, gracias sobre todo a las denuncias de las ONGs a las que se han ido sumando cada vez más voces, hemos descubierto en qué consiste exactamente esta estrategia y sus consecuencias en el campo de los Derechos Humanos.
Hoy día sabemos, sin lugar a dudas, que la CIA llevó a cabo todo un programa de detenciones ilegales y traslado de sospechosos de terrorismo de un país a otro -conocido como “entregas extraordinarias-”, sin cargos ni juicios, donde pudieran ser interrogados sin ningún obstáculo legal.
Según datos de Amnistía Internacional y Human Rights Watch, hasta 14.000 personas fueron detenidas por los EEUU; 10.000 quedan aún recluidas por cárceles secretas de todo el mundo. Aunque la mayoría se encuentran en Oriente Medio - todos recordamos las imágenes impactantes de la cárcel de Abú-Graib (Irak) de soldados americanos humillando y maltratando a prisioneros-, la más famosa es la bas militar de Guantánamo, donde, sin ir más lejos, desgraciadamente en Ceuta contamos con un ciudadano, Hamed Abderrahman, que estuvo recluido dos años.
En la mayoría de los casos conocidos -como Maher Arar, Ahmed Agiza, Mamduh Habib, sólo por citar algunos-, los detenidos han denunciado que fueron torturados. EEUU ha intentado redefinir la tortura y justificarla, saltándose a la torera el Derecho Internacional y la propia Convención contra la Tortura ratificada por más de 140 países ,entre otros, el mismo EEUU en 1994.
Pero todo ello no hubiera sido posible si no contara con la colaboración de otros servicios secretos y el consentimiento de sus aliados, incluso de países europeos, tal y como ha quedado demostrado en diferentes investigaciones realizadas por el Consejo de Europa y el Parlamento Europeo (PE).
Hace apenas unos días el Tribunal Europeo de Derechos Humanos se pronunció en el caso del tunecino Nassim Saadi contra Italia que, tras juzgarlo, decidió expulsarlo del país. En su sentencia el Tribunal ha ratificado que la expulsión de una persona a un país donde corre el riesgo de ser torturado es una violación inaceptable de los derechos humanos y queda prohibida sin ninguna excepción, ni siquiera en el marco de la lucha contra el terrorismo.
Comienzan a establecerse límites. Se está produciendo un fuerte debate en la opinión pública y entre los responsables políticos. Europa no puede seguir haciendo la vista gorda antes estos abusos cometidos tanto dentro como fuera de sus fronteras. El PE ha manifestado en varias ocasiones su firme convencimiento de que la mejor estrategia en la lucha contra el terrorismo es la consensuada multilateralmente, bajo el más estricto respeto del Estado de Derecho y la democracia y con la justicia como garante.
No podemos dejar que el miedo nos paralice y consentir que acabemos viviendo en una sociedad donde, en aras de la seguridad, los derechos humanos y las libertades fundamentales sean ignorados y violados constantemente.
Entiendo la adopción de medidas de excepción en una situación en concreto, pero no que eso se convierta en la norma y mucho menos si son adoptadas de manera unilateral, porque, en ese caso, me sentiré amenazada no sólo por la posibilidad de un ataque terrorista, sino también por la acción de la primera potencia mundial. Si no tenemos el consenso de todos los implicados, si no contamos con la comunidad internacional en su conjunto, jamás tendremos éxito combatiendo el extremismo y la intolerancia.
Y para que esta respuesta mundial, cada vez más necesaria, sea eficaz, no podemos olvidar a los países musulmanes. Tendemos a creer que los mayores ataques terroristas se han llevado a cabo en Occidente, sin embargo, la mayoría de los atentados y el mayor número de víctimas mortales los han padecido población musulmana.Hay que dialogar con los islamistas moderados y luchar contra todo brote de radicalización religiosa dentro y fuera de Europa. Sólo a través del diálogo y la cooperación podremos conseguirlo, sólo llevando a cabo una estrategia a distintos niveles y multidisciplinar podremos atajar las raíces del terrorismo. Y es en este contexto donde la “Alianza de Civilizaciones” alcanza su máxima razón de ser. Esta iniciativa lanzada por José Luís Rodríguez Zapatero y Recep Tayyip Erdogan, Primer Ministro de Turquía, en septiembre del 2004 y adoptada por Naciones Unidas y reforzada recientemente con el apoyo de 80 países en su primer Foro celebrado en enero en Madrid, propone una alianza entre Occidente y el mundo árabe y musulmán con el fin de combatir el terrorismo internacional por otro camino que no sea el militar; antepone al choque de civilizaciones el diálogo cultural, la cooperación antiterrorista y la corrección de las desigualdades económicas.
Por tanto, sí a la lucha antiterrorista, sí a la más firme oposición al extremismo; pero no a costa de ceder en nuestros derechos y libertades… porque un mundo más seguro pasa necesariamente por la Alianza de Civilizaciones.
* Izaskun Bernal es licenciada en CC. Políticas Asesora en el Parlamento Europeo
FUENTE: EL FARO DE CEUTA
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