Escrito por Izaskun Bernal
miércoles, 24 de septiembre de 2008
No puedo dejar de pensar en la suerte que he tenido simplemente por haber nacido en la familia que lo he hecho, en Ceuta, en España... Soy una mujer joven que ha podido acabar sus estudios universitarios y disfruta de un buen trabajo en Bruselas. Pero ¿qué hubiera pasado si hubiera nacido, pongamos, en Benín (África)?
Quizá me hubiera llamado Kunzasi; probablemente apenas sabría leer ni escribir ya que hubiera abandonado la escuela para poder ayudar en las tareas de la casa y el campo. Quizá, en esos años, hubiera perdido a mi hermano y mi madre enfermos de SIDA o a mi padre en esta guerra étnica sin sentido en la que de nuevo nos vemos envueltos.
Pero quizá, un día alguien me hubiera hablado de un futuro mejor, de la posibilidad de aprender, de trabajar, de ganar algo de dinero con el que ayudar al resto de mi familia; quizá un día me hubieran convencido para ir a Europa y abandonar mi hogar.
Y así lo habría hecho; habría perseguido mi sueño. Sencillamente querría tener una vida mejor, un futuro...pero al llegar, abusarían de mí. Mi contacto en Europa me habría obligado a prostituirme para poder pagarle el dinero que según él que aún le debería por el viaje...
Este es un relato imaginario, pero está basado en las historias reales recogidas en un excelente estudio sobre la trata de mujeres realizado, recientemente, por la Federación de Mujeres Progresistas.
Pudo ser mi realidad, la realidad de muchas de nosotras, pero no lo fue, simplemente, porque nacimos en Europa, aquí y ahora.
Efectivamente, esta es la cruel realidad que están sufriendo miles de mujeres captadas desde la miseria, con el señuelo de un trabajo que les va a cambiar la vida y, sin embargo, cuando llegan a Europa son forzadas por las mafias a ejercer la prostitución.
Aunque bien es cierto que no todas las migrantes son víctimas del tráfico y no todas tienen como destino la prostitución, las cifras están ahí: según la Organización de los Estados Americanos (OEA), entre 100.000 y 200.000 mujeres y niñas, algunas de apenas seis años, son traficadas anualmente a través de las fronteras con fines de explotación sexual. Muchas de ellas nunca llegarán a la edad de 30 años.
Cada año, más de medio millón mujeres víctimas del tráfico entran en la Unión Europea según la Organización Internacional de Migraciones.
Se calcula que en España hay unas 40.000 mujeres en ésta condición y según datos del Ministerio del Interior, en los dos últimos años la policía ha liberado a 3.035 extranjeras forzadas a prostituirse y ha detenido a 1.442 responsables de ello.
Estamos hablando de una nueva forma de esclavitud mundial que se ha convertido en un negocio internacional en aumento, sus redes se extienden por todo el planeta generando ganancias similares a las del tráfico de armas o las drogas. Y, lamentablemente, hasta hace poco, ha tenido una escasa persecución global.
Os podría contar las diversas medidas que recientemente Europa ha adoptado para luchar contra la trata de mujeres y niñas, su Plan de Acción o el Convenio aprobado en el 2005, pero no lo voy a hacer...
Ayer fue el Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres y quería aprovechar la ocasión, simplemente, para dar visibilidad a esta detestable y creciente lacra social y abrir, una vez más, el debate social mostrándoos el lado más humano de la desesperanza, la humillación y la indefensión con la que viven estas mujeres cada día y no precisamente lejos de nuestra cotidianidad.
No podemos obviar que forman parte de nuestra sociedad. Nosotros y nosotras, ciudadanos y ciudadanas europeos, tenemos un compromiso con ellas: no son sólo unas cifras, tienen nombres, rostros, y cada vez más, tienen voz. Lamentablemente están siendo víctimas de una vertiente más de la violencia contra las mujeres...no contribuyamos a sus sueños rotos, no lo permitamos.
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